En un artículo publicado hace no mucho en el New York Times los investigadores Sheryl Gay, Stolberg y Jeff Gerth describían cómo aprovechan las empresas farmacéuticas las nuevas tecnologías para elaborar resúmenes sobre las pautas de prescripción de los médicos estadounidenses. Muchos de estos ignoran que sus decisiones profesionales son revisadas con un interés puramente comercial por los grandes laboratorios. Hábitos de receta que adquieren mediante la compra de esa información a las farmacias, al propio Gobierno y a la American Medical Association (AMA) en un negocio valorado hoy en más de 20 millones de dólares anuales. El periódico neoyorquino afirmaba que la información que adquieren las corporaciones no contiene datos sobre pacientes pero es evidente que se infiere en la privacidad de los médicos y en su relación con el enfermo así como en el conocimiento de sus pautas de prescripción y eso les permite saber cómo pueden influir en ellos a la hora de promocionar sus productos.
A partir del análisis de las prácticas de los profesionales de la salud las compañías saben qué doctores recetan un determinado medicamento o cuáles pueden llegar a hacerlo con la adecuada persuasión por parte de sus visitadores médicos. Y esos galenos son, de hecho, los que reciben más visitas de los comerciales de productos farmacéuticos. Además, ciertos médicos realizan consultorías con las que pueden sumar varios centenares de dólares por trabajo.
Es decir, en Estados Unidos las farmacias saben por las recetas el número de identificación de cada doctor -aunque no su nombre- y, por ende, los fármacos que prescribe; no teniendo reparo alguno en vender esa información. La Administración, por su parte, comercializa el código que permite identificar los números que facilitan las farmacias y a partir de ellos averiguar los nombres de los médicos. Y, por último, la American Medical Association (AMA) ofrece información personal y profesional detallada de sus asociados. Con lo que el círculo se completa.
Es más, la carrera profesional completa de cada médico estadounidense puede ser controlada por las compañías ya que la AMA también vende el Número de Educación Médica que ella misma asigna a cada uno desde que es un simple estudiante de Medicina. De ahí que los investigadores antes citados no duden en concluir: “La venta de esa información pone en entredicho a la American Medical Association porque por una parte recomienda a los médicos que no acepten pagos de la industria farmacéutica pero, por otra, vende información a esa misma industria sobre sus asociados”.
Se preguntarán qué ocurre en España. Aquí, por ejemplo, la compañía especializada en marketing farmacéutico Close Up también accede a las recetas médicas en las propias farmacias. Así lo denunció públicamente el Colegio Oficial de Farmacéuticos vizcaíno en su circular no 30/99:
La empresa Close Up, en colaboración con Microdata Servicios, está visitando las Oficinas de Farmacia para proceder al escaneado de todas las recetas dispensadas en las mismas”. Ante lo cual el colegio pidió que “por deontología profesional, en ningún caso se faciliten los datos de las recetas de las farmacias y menos a cambio de una contraprestación económica”.
El Director General para España y Portugal de Close Up es Alberto Franco González, nada menos que académico de la Real Academia de Medicina además de Vicepresidente para Europa de Close Up Internacional. Obviamente, España no es pues el único país donde actúa esta empresa. También lo hace, por ejemplo, en Argentina. El profesor de la Universidad de California en San Diego, Andrew Lakoff, autor del trabajo Las ansiedades de la globalización: marketing de antidepresivos y crisis económica en la Argentina, explica en él que Close Up ofrece a los laboratorios averiguar qué médicos recetan sus productos, quiénes recetan los de sus competidores y cuánto prescribe cada galeno.
Para conseguir esa información -explica hablando sobre Close Up- compró o intercambió copias microfilmadas de recetas médicas tomadas en las grandes cadenas farmacéuticas. Pretendía cubrir dieciocho millones de recetas médicas en Argentina y contar con los perfiles de comportamiento de más de 90.000 médicos, incluyendo aproximadamente 2.000 psiquiatras de la ciudad de Buenos Aires”. Añadiendo: “Un experto vendedor de psicofármacos me contó cómo empleaba los datos correspondientes a un barrio de clase media-alta como Palermo (…), ubicó a los cinco mejores médicos y averiguó cuánto recetan de qué droga. Frecuentemente se trata de médicos que prestan servicio a un elevado volumen de obras sociales (algo parecido a la Seguridad Social española). Así el estratega de ventas pudo hacer marketing selectivo”.
Close Up, en colaboración con la empresa alemana especializada en soluciones de software E-business SAP, desarrolló a comienzos de 2003 el programa informático Intelligent Data que permite al personal de los laboratorios analizar información y tendencias de la industria farmacéutica. Según ambas compañías, con él un laboratorio puede cruzar los datos de auditorías de ventas, prescripciones, marketing, etc. Como reconoció Luis Hernández -uno de los directores de Desarrollo de Negocios de Close Up- en el seminario El futuro de la gestión en salud organizado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), “la información es un activo que la salud ha subutilizado. Y las empresas de salud necesitan desarrollar soluciones que las hagan ser más eficientes y competitivas para poder cumplir el rol para el que han sido diseñadas”. Vaya que el espionaje de las recetas que se extienden a los ciudadanos también son objeto de tráfico y negocio por empresas del ramo.
Continuará…
Más info: Traficantes de salud contiene un capítulo titulado Chips y espías en la farmacia que abunda en estos aspectos.
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