Diagnóstico interesado de histeria tras la vacunación contra el papilomavirus

Como recordarán a comienzos de febrero de 2009 se producía la crónica de unos “daños colaterales” anunciados. El Ministerio de Sanidad y Consumo ordenaba la “suspensión temporal” de un lote de vacunas contra el Virus del Papiloma Humano (VPH) de la marca Gardasil -fabricadas por el laboratorio Merck- tras conocerse la existencia de dos casos de efectos adversos en niñas en Valencia. Carla y Raquel, las muchachas afectadas, pusieron nombre a la desgracia. Sus constantes recaídas dentro del Hospital Clínico de Valencia, con idas y venidas a la Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI) del centro que duraron semanas, consiguieron poner de manifiesto las incoherencias de la implantación de la vacuna.

A finales de abril, dos meses y medio después, se realizó un foro en Francia que reunió a expertos internacionales que afirmaron que los problemas de salud que sufrían las dos niñas de Valencia no estaban relacionados con la vacuna. Los ponentes sugirieron que las menores habían sufrido un “Síndrome de Conversión”, algo así como la histórica histeria. Vaya que las chicas o estaban locas o se lo hicieron. La noticia fue reproducida por muchos medios de comunicación y en cierto modo ese hito significó el “cierre del caso”. Pero lo que no recogió la prensa como debía fue que la convocatoria francesa estuvo patrocinada por las multinacionales farmacéuticas que fabrican las dos marcas de vacunas contra el VPH. Así lo hizo Pilar G. del Burgo en el diario Información de Alicante. Sólo había que ver la página web de la Fundación Mérieux, organizadora del evento científico, para comprobar que entre sus socios financieros se encuentran Sanofi Pasteur MSD y GlaxoSmithKline, además de otros laboratorios e instituciones dedicadas a la vacunación masiva y sistemática. Prácticamente al alimón el Ministerio de Sanidad daba carpetazo al asunto.

Gracias al trabajo del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS) nos enteramos de algunas contradicciones interesantes:

La aireada conclusión del denominado «Congreso de expertos» celebrado en Lyon y pagado por los laboratorios que fabrican los dos tipos de vacuna comercializados en España, que las dos niñas padecían una histeria de conversión o convulsiones de tipo psicógeno, nos hizo revisar la literatura científica para saber si había algún tipo de prueba o determinación que pudiera diferenciar una convulsión psicógena de una orgánica. La consulta de Harrison’s, Principles of Internal Medicine, 17h Edition, en su p. 2506, nos aclara que a veces es difícil distinguir las convulsiones orgánicas sobre todo las crisis parciales complejas que provienen del lóbulo frontal de las psicógenas, porque incluso pueden cursar con los Electroencefralogramas convencionales normales. Recomienda la determinación de la prolactina sérica que aumenta durante los 30 minutos post crisis convulsiva mientras que las psicógenas no lo hacen. (Autor del capítulo Daniel H. Lowenstein)», escribe Carme Valls-Llobet.

Shah AK et al confirmaron esta afirmación en 2002,

demostrando que las crisis orgánicas se asociaban a un incremento de la prolactina del doble del basal, con un valor predictivo de esta determinación de un 96 % en caso de ser positiva. Por lo que hemos podido saber, las niñas de Valencia aumentaban más del doble los niveles de prolactina después de la convulsión. Por lo tanto se trata de convulsiones orgánicas y no psicógenas o histéricas, que se iniciaron después de la segunda dosis de vacuna VPH.

La medicina basada en la evidencia puede ayudar a hacer diagnósticos y dejar de lado las opiniones más o menos interesadas. El diagnóstico de histeria cuando no se sabe qué decir ni diagnosticar nos retrotrae a períodos oscurantistas a los que no deberíamos volver en el siglo XXI, y menos para diagnosticar a niñas y mujeres.